Síndrome del Intestino Irritable (SII)
Síndrome del Intestino Irritable (SII)
El síndrome del intestino irritable (SII), anteriormente conocido como colon irritable, es uno de los trastornos funcionales digestivos más comunes, con una prevalencia en España en torno al 7-10% (Mearin et al., 2016). Se caracteriza por dolor abdominal recurrente, hinchazón y alteraciones en el hábito intestinal (diarrea, estreñimiento o una combinación de ambos). Es un trastorno que representa un alto porcentaje de consultas en atención primaria y derivaciones a gastroenterología. Durante los últimos años, las investigaciones han resaltado el papel central de la microbiota intestinal y su relación con las implicaciones psicológicas asociadas a este trastorno.
La microbiota intestinal, compuesta por miles de millones de microorganismos que habitan el tracto gastrointestinal, desempeña un papel esencial en funciones metabólicas, inmunológicas y de comunicación con el sistema nervioso central (SNC). En el SII, los estudios han señalado desequilibrios significativos en la composición microbiana como la disminución de bacterias beneficiosas [fundamentales para la regulación de la inflamación] (Rodríguez de Santiago et al., 2019), el aumento de bacterias patógenas [hecho que contribuye a la inflamación y el aumento de la permeabilidad intestinal] (Cañete & Esteban, 2020) y la pérdida de diversidad microbiana [asociado a una menor capacidad de la microbiota a adaptarse a cambios externos como el estrés] (Molina-Infante et al., 2018).
El eje intestino-cerebro es clave para entender la interacción entre el sistema digestivo y el nervioso central. Esta comunicación bidireccional permite que los factores físicos y los emocionales se influyan mutuamente. En pacientes con SII, este eje está particularmente alteado:
–La Inflamación sistémica de bajo grado provocado por el desequilibrio en la microbiota: desencadena una serie de respuesta inflamatorias, contribuyendo al dolor abdominal y al incremento de la ansiedad y depresión (Gutiérrez & Olmedo, 2020).
– Desequilibrio a nivel neuroquímico: las bacterias intestinales tienen dificultades para producir con normalidad neurotransmisores como la serotonina y el GABA que son esenciales para regular el estado de ánimo y la percepción del dolor (Rodríguez de Santiago et al., 2019).
– Hiperactivación del eje HPA (hipotalámico-hipofisario-adrenal): implicando una mayor respuesta al estrés y al agravamiento de la sintomatología, afectando al estado de ánimo y el bienestar emocional (Cañete & Esteban, 2020).
Estos factores conforman un círculo vicioso: el estrés aumenta los síntomas digestivos, la alteración de la microbiota y la inflamación aumentan el dolor y la sintomatología emocional, y estos, a su vez, intensifican la sensación de malestar psicológico.
El diagnóstico de SII puede generar un gran impacto psicológico en los pacientes debido al carácter crónico, impredecible y multifactorial del mismo. Entre las principales consecuencias se incluyen ansiedad anticipatoria (miedo a los síntomas en situaciones sociales y laborales) (Gutiérrez & Olmedo, 2020), depresión y aislamiento social debido a la frustración derivada de los síntomas recurrentes y las limitaciones en la calidad de vida (Molina-Infante et al., 2018), somatización que incrementa la atención a las señales físicas y perpetúa el malestar emocional (Rodríguez de Santiago et al., 2019) e, incluso, estigma y vergüenza.
Para abordar estas consecuencias, se recomienda un enfoque integral que combine diferentes enfoques: educación sobre el SII para comprender el trastorno, planificación dietética (consultar con un nutricionista especializado), cambios en el estilo de vida, control del estrés, conseguir una red de apoyo, tratamiento médico y terapia psicológica con exposición ante situaciones temidas (eficaz para reducir la ansiedad y modificar las creencias disfuncionales sobre el dolor y los síntomas digestivos) (Gutiérrez & Olmedo, 2020).
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Referencias
Cañete, F., & Esteban, M. (2020). Avances en el conocimiento del eje intestino-cerebro en el síndrome de intestino irritable. Gastroenterología y Hepatología, 43(4), 203-214. https://doi.org/10.1016/j.gastrohep.2019.12.004
Gutiérrez, M. M., & Olmedo, M. (2020). Relación entre microbiota intestinal y trastornos emocionales en el síndrome de intestino irritable. Revista Española de Enfermedades Digestivas, 112(5), 345-352. https://doi.org/10.17235/reed.2020.6859/2019
Mearin, F., Ciriza, C., Mínguez, M., Rey, E., Mascort, J. J., & Peña, E. (2016). Guía clínica para el manejo del síndrome del intestino irritable. Medicina Clínica (Barcelona), 147(8), 345-351. https://doi.org/10.1016/j.medcli.2016.06.001
Molina-Infante, J., Serra, J., Fernández-Bañares, F., & Mearin, F. (2018). Dieta baja en FODMAPs en el tratamiento del síndrome de intestino irritable. Gastroenterología y Hepatología, 41(1), 10-22. https://doi.org/10.1016/j.gastrohep.2017.11.005
Rodríguez de Santiago, E., Rodríguez Ferrer, I., & Yago, F. (2019). Disbiosis intestinal en el síndrome del intestino irritable: nuevas perspectivas terapéuticas. Revista de Gastroenterología de México, 84(1), 35-43. https://doi.org/10.1016/j.rgmx.2018.04.002