Discalculia y ansiedad frente a las matemáticas
Discalculia y ansiedad frente a las matemáticas
“Desde pequeña siempre se me han dado mal las matemáticas. Memorizar las tablas de multiplicar se convirtió en un suplicio, pero iba saliendo del paso como buenamente podía. Según iban avanzando los cursos, más difícil era el temario y menos entendía las clases.
La situación se complicó cuando aparecieron las ecuaciones en el temario , empecé a sentir bastante malestar cuando llegaba la hora de esa asignatura. Temblaba, me sentía tonta, parecía que hablaban en otro idioma. En las demás clases me iba bastante bien, no entendía qué era lo que ocurría.
Los profesores, al final de la exposición, comentaban: ¿alguien tiene alguna duda? Yo siempre pensaba “TODAS”. Llegó un momento en que ya no quería esforzarme e intentar atender, estaba convencida que no iba a comprender los contenidos. Es decir, me rendía antes de intentarlo directamente…”
Lo que ocurría eran, ni más ni menos, que síntomas de discalculia. La discalculia, algunos la consideran la dislexia de las matemáticas, hace referencia aquellas dificultades que afectan a la capacidad matemática como, por ejemplo, realizar cálculos, definir grupos de objetos y en el pensamiento espacial. La persona que lo padece, pese a no tener un cociente intelectual bajo, tiene un rendimiento académico en las matemáticas por debajo al esperado para su edad y desarrollo mental. Sus causas pueden ser debidas a aspectos evolutivos, educativos, neurológicos y/o cognitivos y pueden aparecer déficits en distintas habilidades: lingüísticas, perceptivas, atencionales y matemáticas.
Además de posibles causas genéticas que a día de hoy todavía se encuentran en proceso de estudio, esta problemática se asocia a una disfunción en los lóbulos parietales. Concretamente, daños en el hemisferio izquierdo (encargado del lenguaje) provocan dificultades en la comprensión y emisión de números y, por tanto, déficits en la realización de operaciones aritméticas. Asimismo, si la lesión se encuentra en el hemisferio derecho, se verán afectadas diversas capacidades como, por ejemplo, la organización espacial de las cantidades o la resolución de problemas de carácter abstracto.
De igual manera, se ven implicadas zonas occipito-temporales (pertenecientes a una de las vías visuales) en capacidades como el procesamiento de la semejanza numérica y para realizar cálculos con varios dígitos. Finalmente, hay investigaciones que señalan una disminución de células y fibras nerviosas en diversas regiones cerebrales en los niños que padecen discalculia.
Por tanto, los problemas que suelen tener los niños con esta condición son muy diversos:
- Atención: les resulta complicado seleccionar entre diferentes estímulos y dirigir la atención al verdaderamente importante, dificultando la resolución de operaciones y problemas.
- Percepción: déficits en la diferenciación figura-fondo, en la discriminación y orientación espacial y se aprecia cierta lentitud perceptiva.
- Memoria: rendimiento bajo en el mantenimiento y manipulación de datos numéricos.
- Autoconcepto: éste suele ser negativo, presentando bajo autoestima e inseguridad.
- Atribuciones: los sujetos con esta problemática suelen atribuir sus fracasos a escasa capacidad y los éxitos a factores ajenos como la suerte.
- Conducta: los niños con discalculia suelen emitir respuestas de carácter impulsivo.
- Ansiedad: la incapacidad para resolver las tareas les provoca angustia y malestar.
- Estrategias metacognitivas: desconocimiento sobre los pasos a seguir para resolver problemas.
La discalculia, tal como se ha indicado, suele presentarse con ansiedad frente a las matemáticas. Esta circunstancia se caracteriza por sentimientos de tensión y miedo que interfiere en el rendimiento en las tareas relacionadas con las matemáticas. La principal consecuencia son la emisión de conductas de evitación y un autoconcepto negativo.
Con lo cual, un diagnóstico temprano es importante para poner en marcha una rehabilitación para mejorar los déficits. Además de una evaluación al alumno, se hace necesario extraer información del contexto familiar y escolar. El plan de intervención debe ser totalmente personalizado e individualizado para cada caso, usando ejercicios cuya temática incluya los intereses del niño. Asimismo, es imprescindible fomentar la autoestima y dotar de estrategias motivacionales para enfrentarse a los miedos e ir abandonando las conductas de evitación.
Desirée Castellano Olivera, psicóloga sanitaria y neuropsicóloga
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